miércoles, 15 de abril de 2020

Cuarentena (IV)



Desde hace unos pocos días escucho declaraciones de las autoridades sanitarias y de algunos responsables políticos, y también leo algunos artículos en la prensa, en los que después de un mes -¡un mes!- de confinamiento, empiezan -¡empiezan!- a plantearse las posibles secuelas psicológicas del encierro entre la población infantil -¡solo la infantil!-.

Alucino.

Porque en el nombre de la salud pública y de la salud de cada uno de nosotros, nos han limitado drásticamente algunos de nuestros derechos y libertades fundamentales. 

Y aunque en un principio la medida nos pareció necesaria y obligada, hemos llegado a un punto en el que, me parece, no cabe otra cosa que apelar a la responsabilidad ciudadana para mantener las medidas de distanciamiento social pero sin limitar la libertad de movimientos.

Lo que está ocurriendo es muy grave en todos los sentidos. Pero no nos olvidemos del lado jurídico del asunto, porque es la hostia.